sábado, 31 de agosto de 2013

[Etiopía - 09] De Addis Abeba a Bahir Dar


 
El sábado madrugamos más de lo habitual porque a las 6'45 nos venía a recoger un coche para iniciar nuestra ruta turística por el Norte de Etiopía. El cambio de hábito no impidió que Teresa fuera la primera en levantarse y preparase el té y el café para el desayuno, como de costumbre.

A la hora prevista, partíamos de Mekanissa. En mi caso, con mucha pena por dejar a los niños durante unos días pero también con la ilusión de vivir un poco más de cerca el país en nuestro periplo por el Norte. Lo temprano de la hora no fue óbice para toparnos con alguno de los inconvenientes habituales del tráfico de Addis Abeba pero, en la medida de la normalidad de la capital etíope, se puede decir que atravesamos la ciudad con cierta fluidez.

El objetivo del día era llegar a Bahir Dar, ciudad que se encuentra 378 Kms al norte de Addis Abeba. Veníamos ya avisados de que las carreteras en Etiopía no responden en ningún sentido al estándar europeo pero, como nos sucedería a lo largo de toda la estancia en el país, la realidad superó con creces cualquier expectativa.

Los primeros kilómetros tras salir de Addis Abeba son un sube-baja constante. En los márgenes de la carretera podemos ver a bastante gente practicando el deporte nacional: el atletismo. Conforme vamos dejando de esquivar a los emuladores de Haile Gebrselassie y Kenenisa Bekele, van apareciendo nuevos grupos de personas y animales - principalmente burros y vacas- a uno y otro lado de una carretera en bastante mal estado. Según nos explicaría el conductor, se trataba de gente que se desplazaba a los mercados del sábado.

Con un promedio paupérrimo para una de las principales arterias interurbanas del país, llegamos a la garganta del Nilo. Si bien una niebla cerradísima impidió la foto turística de rigor (apenas unos metros antes, la policía nos había parado para recordarle a nuestro conductor que pusiera las luces), no tuvimos dificultad alguna para avistar unos cuantos babuinos con el Nilo Azul como telón de fondo.
Babuino con el Nilo Azul al fondo

Atravesando un paisaje sorprendemente verde para lo que yo hubiera esperado llegamos a Debre Markos, donde paramos para comer en el Shebel Hotel. La comida no estaba mal, aunque la limpieza no era precisamente una virtud del lugar. De hecho, un huésped inesperado en la comida de Gebre motivó un cambio de plato que no estaba en el guión. En cualquier caso, teníamos claro que no había mucha más alternativa.

Con el estómago lleno afrontamos la segunda parte del viaje. Un rosario continuo de personas y animales a los que Gebre esquivaba con pericia y un - a mi modesto modo de ver - privilegiado sentido de la anticipación nos acompañó permanentemente hasta Bahir Dar. También vimos algún que otro camión volcado, aunque sinceramente me sorprendió no ver más desgracias teniendo en cuenta lo cerca que se está del atropello en cada momento.

También es justo decir que de vez en cuando el largo trayecto nos obsequiaba con imponentes paisajes que nada tienen que envidiar a nuestros Pirineos por muy seco que nos imagináramos Etiopía desde el salón de nuestra casa en España.



Más de 12 horas después y bastante cansados, un faraónico estadio de fútbol en construcción nos da la bienvenida a Bahir Dar. Por si el viaje en sí no hubiera sido lo suficientemente agotador, aún nos quedaba buscar alojamiento con el componente de regateo que inequívocamente traía consigo. Teníamos referencia de un hotel (Bahir Dar Hotel) de los que las guías califican como "budget", es decir un sitio barato. Aunque Gebre ya nos había advertido de que seguramente no nos encajara, fuimos a inspeccionarlo y en la misma recepción nos dijeron que mejor que allí estaríamos en el "Bahir Dar Hotel 2", que "era nuevo, limpio y con agua caliente".

Obras del flamante nuevo estado de Bahir Dar
Efectivamente el Bahir Dar Hotel 2 cumplía esos requisitos así que tras una breve y no demasiado fructífera negociación a la baja fruto del cansancio de todo el día sobre cuatro ruedas, decidimos alojarnos allí.

Antes de cenar aún hubo tiempo para una situación absurdamente divertida. No tengo muy claro qué le dijimos o qué entendió nuestro guía en una de nuestras conversaciones sobre las alternativas de alojamiento, pero el caso que él se sintió en la obligación de llevarnos a su hotel para que viéramos su habitación así que, de manera previa a la cena, y por si no habíamos tenido suficiente coche, para allá que fuimos. Visita aprobatoria, risas y a cenar, que el estómago comenzaba a bramar.

Sin tener plena conciencia de ello tuvimos nuestro primer encuentro con el Lago Tana mientras cenábamos sopa y huevos en sus diversas variedades en un restaurante bastante coqueto situado a la orilla del lago. Ya con el apetito saciado, le pedimos al camarero que nos hiciera una foto y el hombre, en sus afán de agasajarnos, lanzó una ráfaga de seis fotos logrando que, pese al cansancio, saliéramos cada vez más sonrientes.

Con la juerga de Bahir Dar candente en la zona de nuestro hotel, subimos las escaleras hasta nuestra habitación con la única intención de descansar.

[Escrito entre el 28/09/2013 y el 29/09/2013]

Enlace a la siguiente entrada: [Etiopía - 10] Lago Tana y Bahir Dar

 

viernes, 30 de agosto de 2013

[Etiopía - 08] Sol, gimnasia, pulseras y música

Es viernes. Addis nos regala un sol radiante que aprovecho a primera hora para pasear con los pequeños y que entren en calor. Cuando los pequeños suben a clase, me acerco a la puerta del centro pues tengo curiosidad de ver si Su-Fan, que suele llegar tarde, viene sola o acompañada. Aparece - creo que sola- y, consciente de que no es momento más que para ir corriendo a clase, me ignora completamente. Hoy les toca a ellos, los benjamines, hacer nudos.

En el recreo juego un rato con Emmaguey, a quien le pido explicaciones por un intento de estafa galletística del día anterior (intentó pasar dos veces en dos colas diferentes) pero la mayor parte del tiempo lo paso con Anchinesh y Buzuayezu (Busuaio). Ambas tienen 12 años y una mirada repleta de bondad. Charlotean un poco de inglés y poco a poco, mientras me regalan sonrisas maravillosas, vamos conversando.

Teresa aprovecha la buena meteorología para sacar a los más pequeños a hacer un poco de ejercicio. Plantea unas carreras de relevos que resultan muy divertidas por los típicos malos entendidos que se dan cuando tienes enfrente una tropa de monstruitos. No todo es agradable, pues en las gradas algunos chicos más mayores intentan boicotear los ejercicios tirando piedras con gomas elásticas como armamento.

Después de comer, y mientras Nat le detalla entusiasmado a I. un montón de episodios históricos que ha leído en la biblioteca (nos cuenta que intenta ir todos los días), Alemitú - la mayor de dos hermanas encantadoras- aparece y le regala una pulsera a I. La elaboración de pulseras, preferentemente con los colores de la bandera de Etiopía (rojo, amarillo y verde), es otra de las actividades estrella en el Don Bosco Youth Centre. También las chicas más mayores se afanan horas y horas aguja en mano en tareas de costura para, como cuentan ellas con orgullo, obtener algo de dinero.

No conforme con ese detallazo, Alemitú señaló mi muñeca con el dedo índice y me mostró unos hilos - en este caso rojos y azules- con los que tejería una pulsera de nudos para mí. Comoquiera que necesitaba que yo le sujetara la pulsera para ir tejiendo y que el resto de los niños del patio tenían otras intenciones algo más ajetreadas, Alemitú me pidió que me levantara y de la mano me llevó a un banco en el interior de la sala de juegos, donde durante más de dos horas nudo a nudo tejió la pulsera que me regaló antes de irse a buscar a su hermana Melkam, cogerle de la mano y de camino a casa recoger palos (supongo que para calentarse por la noche) con la mano que le quedaba libre.

Ya por la noche, y tras el preceptivo chaparrón de cada día - hoy más tremendo si cabe- Lorenzo amenizó la sobremesa de la cena a golpe de guitarra. Utilizando un cancionero en el que había jits de todo tipo (desde Dipende, de Jarabe de Palo, a canciones de los Cranberries pasando por grandes éxitos setenteros españoles) y, emborrachados más por el caldero de "camomille tea" que había preparado Teresa que por unos botellines con brandy y limoncello llegados de Italia, disfrutamos de una velada francamente agradable.

[Escrito el 28/09/2013]

Enlace a la siguiente entrada: [Etiopía - 09] De Addis Abeba a Bahir Dar

jueves, 29 de agosto de 2013

[Etiopía - 07] Addis Abeba

Por la tarde teníamos que hacer un par de gestiones por Addis Abeba. La primera - a priori sencilla - era ir a la agencia de viajes a pagar el recorrido que íbamos a realizar por el Norte de Etiopía. La segunda - trivial desde el punto de vista occidental - era cambiar o sacar dinero.

Pues bien, encontrar la agencia de viajes nos llevó algo más de dos horas. Supongo que el lector se preguntará por qué no miramos la dirección pero es que, como comenté en una entrada anterior, en Addis Abeba no hay direcciones. Como referencia para localizar el lugar teníamos el Hotel Axum. No sin cierta dificultad y pocos segundos después de rodear una rotonda en la que unos burros comían hierba tranquilamente, conseguimos divisar el hotel. Hicimos varios intentos de preguntar a viandantes. De hecho, dos de ellos incluso se subieron a la furgoneta para darnos indicaciones: el primero terminó dándole su teléfono a Teresa por si alguna vez necesitaba un pintor y el segundo subió a cambio de unos birrs porque parecía saber dónde se encontraba nuestro destino. Comoquiera que seguíamos sin dar con el lugar, pedimos una nueva baliza al encargado de la agencia que nos indicó "A 300 metros del Hotel veréis una obra con una lona azul, allí giráis. No busquéis cartel, que lo hemos quitado". Así, guiados por la citada lona azul terminamos en la sede de Medicos Sin Fronteras desde donde Teresa volvió a llamar obteniendo un escueto "Esa calle no: la de antes". Fuimos a la calle de antes, a la de después y a la de enfrente. También nos quedamos medio atascados en un parking privado en el que Teresa tuvo que hacer cabriolas para poder salir marcha atrás. A la tercera llamada, y conscientes de que no debíamos de andar muy lejos, en la agencia decidieron enviarnos un coche para guiarnos y así, varias obras con lonas azules después, conseguimos llegar a la agencia.



Localizar el cajero no costó tanto porque el Hotel Hilton es fácilmente ubicable. Sin embargo, la dificultad de la acción consistía en encontrar un cajero automático que funcionara. Por fortuna, al tercer intento lo conseguimos y en medio de ese oasis de contraste occidental en Addis Abeba nos hicimos con los birrs que necesitábamos. 

Ya de vuelta a casa, y bajo un diluvio considerable, un peatón que cruzaba delante de nosotros se percató de nuestro color de piel, sacó unas gafas de sol de su bolsillo y se las intentó vender a Teresa. Esa situación, hilarante en sí misma en y que me produjo cierta risa en un primer momento, se torna cruel cuando te paras a pensar que ese señor sacó del bolsillo lo primero que encontró con el único objetivo de obtener dinero a cambio. Y es que en el fondo, en Etiopía los extranjeros - farenyis- no somos otra cosa más que billetes con patas.

[Escrito el 28/09/2013]

Enlace a la siguiente entrada: [Etiopía - 08] Sol, gimnasia, pulseras y música

[Etiopía - 06] Nudos



Con nuestros biorritmos ya acostumbrados a levantarnos a las 7:30 amanecemos un día más. Después del habitual desayuno, acudimos al colegio. Hoy vamos a enseñar a los pequeños a hacer el nudo de los zapatos. 

Estando allí, uno siente que esa actividad tiene su miga, no porque tenga especial complejidad sino por la dura realidad de los zapatos que llevan los niños de Mekanissa. Con el plástico como materia prima predominante, las sandalias de río - normalmente deterioradas hasta el tomate- son los modelos más vistos en un lugar. Zapatos se ven muy pocos y, los pocos que se ven no destacan precisamente por su buen estado físico. Así, no es extraño que los niños se quiten los zapatos para corretear más cómodamente por el patio o los campos de tierra (y piedras) del centro.

Sea como fuere, preparamos unas maquetas para que los críos aprendieran a hacer el nudo. La modalidad elegida por teresa fue la de "las dos orejas", opción que me vino muy bien para afianzar el "and" (uno) y "hulet" (dos) en amárico. Para los pequeños resultaba bastante frustrante - y en algún caso irritante- nuestra manifiesta incapacidad de entender amárico y los pocos progresos que percibían pese a sus esfuerzos formativos (en perfecto amárico, claro). En ese sentido, me es imposible olvidar los broncazos de Genet, perfectamente acompañados con su autoritario dedo índice al tiempo que acallaba cualquier conato de piedad de alguna de sus amigas.

Volviendo al tema de los nudos, la experiencia fue todo un éxito y en general los chavales lo pillaron muy rápido. Cuando todos los de un grupo tenían el tema controlado, Teresa ponía a prueba sus nervios mediante pequeñas competiciones con un caramelo en juego. En tan tensa circunstancia te encontrabas desde niños a los que los nervios atenazaban las manos hasta pequeños bribones a los que el dulce agudizaba el ingenio hasta dejarse medio trabajo hecho antes de la voz de arranque. En definitiva, fue una mañana divertida.


[Escrito el 28/09/2013]

Enlace a la próxima entrada:  [Etiopía - 07] Addis Abeba

miércoles, 28 de agosto de 2013

[Etiopía - 05] Unos ángeles españoles

Dedicamos la tarde a preparar las bolsas de material para los estudiantes haciendo uso de las adquisiciones del día anterior. Tuve tiempo, eso sí, de volver a acompañar a Su-Fan hasta la puerta cuando se marchaba a casa y de responder las preguntas de un joven que con muy buen inglés se interesó por lo que se conoce de Etiopía en España antes de regresar a la casa, donde Teresa veía un capítulo de "Anatomía de Grey", A. y Al. descansaban e I. luchaba contra los virus etíopes.  Cambiaban los hábitos porque esa noche salíamos a cenar fuera. Unos españoles, seguidores del blog de Teresa, estaban en Addis Abeba y querían conocerla.

En un restaurante que a su vez era una galería de arte, intercambiamos impresiones con Carlos y Maru, una pareja manchega que habían acudido a Addis Abeba a culminar la adopción de Erpa, un simpatiquísimo niño etíope. Antes les habíamos ido a buscar al hotel donde se alojaban con un buen puñado de parejas españolas que estaban en Etiopía con idéntica motivación. La modesta terraza del hotel era un improvisado patio de juegos para los pequeños durante el largo período de tiempo que se alargaban los trámites burocráticos de la adopción. Tres semanas en el caso de Carlos y Maru -avisados apenas con poco más de 24 horas de antelación en España- en las que apenas pudieron moverse del hotel con todo el agobio que ello conlleva en un lugar como Addis Abeba.

Al margen de poder devorar pizza y cerveza y de poder bromear con los voluntarios italianos sobre la fama de Teresa y su blog, la velada me sirvió para valorar de primera mano el esfuerzo personal de quienes, como Carlos y Maru, entregan su tiempo, su dinero y sobre todo su cariño para dar una nueva oportunidad a niños como Erpa o su hermana Silvia. Chapeau por ellos.  

[Escrito el 28/09/2013]

Enlace a la próxima entrada: [Etiopía - 06] Nudos

[Etiopía - 04] Emmaguey

Emmaguey y Anchinesh
Como ya es costumbre, nos levantamos a las 7:30. Desayunamos y acudimos al colegio. Hoy llueve y hace frío. Es un día desapacible pero los niños apenas cambian su rutina. Las fijas del balón prisionero juegan bajo la cortina de agua sin que parezca importarles mucho. Entre ellas, mi amiga Emmaguey juega descalza.

A Emmaguey la conocí el primer día. Un grupo de crías jugaba a balón prisionero cuando un jovenzuelo les quitó el sucedáneo de esférico y comenzó a hacerles la pascua con un meritorio repertorio de regates y requiebros. Yo nunca he sido un virtuoso del balón pero tengo alguna que otra hora de vuelo en tareas defensivas así que emulando al bueno de Joaquín Sorribas en las tareas de destrucción logré devolvérselo a las crías sin mediar falta ni amonestación alguna. Como agradecimiento a mi efectivo catenaccio, una de las chavalas - luego supe que se llamaba Emaguey- me cogió de la mano y me situó en uno de los puestos del juego (por supuesto el de dar balonazos) y allí pasé un rato la mar de divertido. 

El agradecimiento por tan heroica acción no quedó ahí y cada vez que me veían era invitado a incorporarme al juego. Terminé rehusando amablemente para evitar que mis carencias en la recepción del balón y en la puntería fulminaran mi recién adquirido prestigio y también porque me incomodaba el hecho de que a cada amabilísima oferta de incorporación le acompañaba una menos cortés exclusión del juego para alguna de las jugadoras en activo. 

Tras pasar por la zona del balón prisionero los más pequeños realizan la habitual competición por cogernos la mano. Están helados. Les caliento las manos y se parten de la risa mientras su mirada dice un "gracias" maravilloso.

Hoy Teresa nos pide que vayamos a otra aula. La tarea de hoy consiste en recortar y pegar con pegamento de barra. El objetivo es que, hojeando unas variopintas revistas llegadas desde España e Italia, los niños construyan una figura humana a partir de unas piernas, un cuerpo y una cabeza diferente.


Galletas, recreo y regresamos a la clase de los más pequeños para continuar con la caligrafía. Con independencia de su habilidad, a todos les encanta que te sientes con ellos, les cojas la mano y dirijas su lapicero. Para ello, se acurrucan en los bancos del pupitre y con la palma de la mano golpean repetidamente en la madera del asiento mientras esbozan la mejor de sus sonrisas. Son geniales.

Todos los días a las 11:30 los niños van a comer. Primero acuden los más pequeños y luego los más mayores. En el Centro intentan que la dieta sea lo más variada posible. Teresa está muy contenta de que todos los días puedan tomar fruta y, al menos dos días a la semana, coman huevo. Verles comer es realmente conmovedor. Me quedo embobado y pienso que me encantaría que todas aquellas personas que han colaborado alguna vez en la campaña "Luces por Etiopía" - y las que no- pudieran sentir lo mismo que yo al contemplar a esos niños. Una niña interrumpe mi empanamiento, me toca y me ofrece su huevo duro. Insisto, es absolutamente conmovedor.






Después de comer, y aprovechando un inusual momento de servicio telefónico en la red móvil, aprovecho para llamar a España. En la conversación me entero de que el Huesca ha perdido en casa y por primera  vez en mucho tiempo pienso ¡y qué más da!. Perdono el rato de pausa después de la comida y me voy a jugar con los niños. Hace sol y me siento a charlar con Emmaguey y una amiga suya (Julia). Emmaguey se interesa por mí y me pregunta si en España comemos ratas, perros e insectos.

Más tarde me enteraré de que Emmaguey es hermana de Assafa, que es un chaval majísimo con el que había estado charlando antes de comer. Me cuenta apenado que empezó a estudiar tarde y que su ilusión sería poder estudiar para ingeniero aeronáutico. Su amigo, Aretga, también originario del Norte de Etiopía, me había comentado que quiere estudiar medicina. Ambos me piden que rece por ellos cuando viaje a Lalibela, su lugar de origen.

Con el paso de los días descubrimos que si nos sentábamos en alguno de los bancos del patio, los niños estaban más relajados que si estábamos en pie, circunstancia que aprovechaban para solicitar vuelos sin motor, persecuciones y toda clase de actividades físicamente agotadoras. Así, sentado bajo un sol espléndido aproveché la tregua posterior a la comida rodeado de abrazos y fascinación por el blanco de mi piel.

[Escrito el 28/09/2013]

martes, 27 de agosto de 2013

[Etiopía - 03] Guardería y Mercato

El martes fue nuestro primer contacto con la guardería. Aunque estábamos en época de vacaciones y los niños no tenían colegio, los más pequeños sí que acudían a clase.

Al llegar por la mañana al patio, te das cuenta de que los niños llegan helados de frío. Poco a poco, conforme los primeros rayos de sol elevan la temperatura van entrando en calor pero no por ello deja de impresionar tocarles. Más aún cuando eres testigo de que ese frío no impide que se metan debajo de la fuente para lavarse si así lo consideran oportuno.

La voz de Donato - clérigo italiano que entrega su vida en el Don Bosco Youth Centre - informa a los pequeños que es hora de subir a clase. Como las maestras están de vacaciones, las chicas más mayores del colegio ejercen de profesoras. Un conato de fila en la puerta del aulario precede a la estampida de los niños hacia el primer piso, donde están las aulas.

Nuestra primera tarea es echar una mano a los más pequeños en las tareas de caligrafía. Se trata de que aprendan a coger bien el lapicero, a tratar bien sus cuadernos y a garabatear caracteres de izquierda a derecha respetando un espacio en blanco entre línea y línea. Entre los pequeños hay de todo: desde niños muy aplicados a los que hay que ir subiendo la dificultad de los trazos hasta canijetes tan pequeños que no llegan ni a la mesa sentados y tienen que escribir de pie. En cualquier caso, la nota común es que todos ellos son niños que necesitan y agradecen cualquier estímulo que reciben. Impresiona.




Antes del recreo, Teresa activa a los niños con una canción en la que les enseña la cuchara, el cuchillo y el tenedor. Un par de galletas y a jugar.

Después del recreo, cambiamos de grupo. Esta vez vamos a supervisar unas partidas de "memory". Para incentivar el juego, Teresa premia con un caramelo al vencedor de cada partida.

Por la tarde, acompañamos a Teresa al Mercato pues hay que comprar el material escolar para el curso en ciernes. Vamos sobre aviso porque A. y Al. ya estuvieron con Luca la tarde anterior y ya sabemos que nos vamos a encontrar un caos de grandes dimensiones. Aun así, la realidad una vez más supera cualquier expectativa que pudiéramos tener.

Conducir en Etiopía es radicalmente diferente a lo que estamos acostumbrados en España. Aunque le resta peligro la imposibilidad de coger velocidad (auténticos agujeros en la calzada y sobre todo la presencia continua de peatones y animales lo impiden) el desorden y la enorme cantidad de moradores de la carretera lo convierten en todo un arte (no me extiendo más porque Emanuele Ragni lo explica mucho mejor que yo). A trancas y barrancas y tras ser informados por un viandante de que en medio del atasco nos acababan de robar uno de los tapacubos de la furgoneta- olé- llegamos a la zona del Mercato.



El Mercato es un área comercial organizada por gremios. Está la zona donde puedes encontrar materiales de construcción, la zona donde puedes comprar quesos, ... o la zona donde puedes encontrar material de papelería, que fue nuestro destino. El desorden es tal que hay gente cuyo trabajo es llevarte a la zona donde está lo que buscas, hecho que unido al color de nuestra piel dificultaba la tarea de dar un paso sin escuchar o bien el "you, you, you" o el otro gran hit del lugar: "farenyi, farenyi".

Calculadora en mano para gestionar los imprescindibles regateos, Teresa fue adquiriendo el material escolar. Cuadernos de caligrafía, cuadernos de matemáticas, lapiceros, gomas de borrar, reglas, sacapuntas (bueno, para Teresa y para mí tajadores pues aunque Teresa viva en Addis Abeba sigue siendo tan oscense como la vajilla de la Granja Anita*). Todo para ser entregado a los 500 niños de manera gratuita.

A cambio de unos pocos birrs, empleados del lugar nos portearon las cajas hasta la furgoneta. Mientras aguardábamos a que llegara la otra expedición que había ido en busca de las bolsas en las que se entregaría el material a los estudiantes, vimos una oficina de Correos. En Addis Abeba no existen direcciones postales (muy pocas calles tienen nombre) y por tanto las cartas se envían a apartados postales que cada ciudadano acude a revisar en la oficina de Correos de su distrito. En estos pequeños detalles se aprecia la dificultad del día a día del trabajo que realiza Teresa porque cada tarea cotidiana, por ridícula que nos pueda parecer en el primer mundo, tiene su aquel. Así, con las bolsas ya pagadas y cargadas en la furgoneta la compra estuvo a punto de truncarse por el simple hecho de que los vendedores no podían hacer un recibo de la misma. Comoquiera que el recibo era imprescindible para justificar a los donantes de España el gasto realizado, Teresa tuvo que lidiar - y de qué manera- hasta obtenerlo.

De regreso al colegio, me involucré un rato en los juegos de los niños. Cuando el silbato de Donato señaló la hora de ir a casa, acompañé a unos cuantos hasta la puerta. Si bien a algunos niños los van a recoger, me llamó la atención el trayecto al que tienen que enfrentarse - algunos de ellos solos- una vez pasada la verja de la escuela con lo pequeños que son. Al igual que en cualquier momento del día, los menos pequeños (que no mayores) ejercían de protectores para los más chiquitines y así, a través de calles embarradas y cruzando las calles del loco tráfico de Addis Abeba enfilaban el camino a casa.

En la casa, Teresa e I. preparan judías verdes, brócoli y tortilla francesa para cenar. Después, compartimos una cerveza etíope (San Jorge) mientras vemos una nueva entrega de "Lost" y nuevamente sobre las 21:30 a dormir. Si hasta ahora habíamos dormido del tirón, esta noche I. va a ser incordiada por una horda de virus infantiles.
_______________________________________

* Esta expresión se la tomo prestada a Carlos Espatolero ;-)
[Escrito el 28/09/2013]

Enlace a la próxima entrada: [Etiopía - 04] Emmaguey


 

lunes, 26 de agosto de 2013

[Etiopía - 02] Toma de contacto

"Benvenuti"
El lunes arranca con el estupendo aroma del café y té etíopes encima de la mesa del salón. Teresa nos aguarda con el desayuno preparado. Un poco más despejado que anoche cuando llegamos accedo a las primeras imágenes en color de Etiopía. A través de la ventana, veo cómo un señor vestido con un traje acompaña a un pequeño.

Después de desayunar toca nuestra primera toma de contacto con los niños del centro juvenil Don Bosco de Mekanissa. El "Don Bosco Youth Centre" es un centro de día al cual acuden diariamente (de lunes a domingo) unos 500 niños con edades que abarcan desde la guardería hasta la educación secundaria. Entre las 8 de la mañana y las seis de la tarde los niños estudian, almuerzan, juegan, comen, lavan su ropa, se duchan (los fines de semana) y son atendidos por el proyecto en el que trabaja Teresa. Este último punto cobra especial relevancia si tenemos en cuenta las dificultades de acceder a cualquier tipo de atención sanitaria en el país. Una enfermera etíope que trabaja en el centro se encarga de las primeras atenciones. Si el asunto tiene más enjundia, Teresa o alguno de los voluntarios se encargan de llevar a los niños al Hospital y pagar la factura correspondiente, al igual que sucede con las medicinas. En definitiva, 500 niños viven en el centro Don Bosco de Mekanissa gracias en gran medida al dinero que solidariamente envían muchos oscenses desde Huesca en el marco de la campaña "Luces por Etiopía" de la ONG Entarachén Vols.

Llegamos a la zona del colegio a la hora del recreo. A esa hora, a cada niño se le reparten dos galletas a modo de almuerzo. Tan pronto estamos a la vista de los pequeños somos rodeados por los benjamines del centro, que se disputan coger nuestra mano. Mientras nos preguntan nuestro nombre - algunos - o llaman nuestra atención con ese "you, you, you" que terminaríamos denostando al final del viaje -otros-, la algarabía se organiza de manera que terminamos con varios niños cada uno cogiendo uno de nuestros dedos. 

Reconozco mis nervios en esa primera toma de contacto. La suciedad, los olores, las toses..., todas las barreras mentales que había traído de España se te pasan por la cabeza en ese primer instante. Pero en el momento en que te das cuenta de que todos esos niños, sin apenas excepción, te ofrecen sus galletas - es decir, todo lo que tienen- te das cuenta de que esas ataduras mentales que traías contigo son una soberana estupidez.

Es gracioso ver cómo los niños se comunican unos a otros nuestros nombres. Aunque los más mayores hablan un poco de inglés, los niños hablan en amárico por lo que entendernos con los canijos será un reto tan desesperante como divertido a lo largo de nuestra estancia.

En el recreo los niños se entretienen con cualquier cosa. Es chocante - sobre todo cuando vienes del primer mundo y ves la saturación de juguetes que tienen nuestros niños - ver con qué juegan los niños etíopes: cualquier plástico con algo de aire dentro es susceptible de ser utilizado como balón; un pedazo de tubería más un alambre - puntiagudo y oxidado, cómo no - se convierte en un aro que arrastrar a toda pastilla por el patio; y si no, la violencia física en forma de patadas y manotazos también permite pasar el rato.

A las 12 vamos a comer a la Comunidad Salesiana. Aunque a lo largo de la mañana Teresa nos ha ido presentando a toda la gente que trabaja allí, es el momento de vernos todos las caras. Tras la bendición de Abba Aristide, responsable de la Comunidad, la primera oportunidad de probar la comida nacional de Etiopía: la injera (inyera).
Después de la comida y de unos minutos de pausa reparadora en la casa de los voluntarios, volvemos al patio. Allí inicio la actividad que más demandada me sería a lo largo de toda la estancia en el colegio: el alzamiento de niños. Aunque la tarea termina siendo agotadora, por muy cansado que estés cuesta parar. Primero, por lo reconfortante de sus risas y gritos de júbilo y luego porque es imposible decirle que no a alguien que te mira con unos ojos como los de Su-Fan. Y eso sin contar su destreza en el arte pucherístico cuando yo trataba de anunciar el final del festival aéreo.
"You, you, you, up, up, up"


Imposible decirle que no a estos ojos
Culminamos la tarde asistiendo a una clase de bailes tradicionales etíopes. Mientras en el exterior caían chuzos de punta (era época de lluvias en Addis Abeba) nos quedamos embobados por los movimientos de hombros que caracterizan sus danzas.



Cuando salimos al exterior, el chaparrón había traído consigo una considerable bajada de temperatura. Hacía frío y muchos niños estaban empapados. Mientras me preguntaba "¿cómo puede ser que no tengan frío?", vi a un niño de unos 12 años sentado solo en un banco. Le pregunté su nombre y al darle la mano en forma de saludo me sorprendí al comprobar que estaba helado de frío. Le intenté dar algo de calor con mis manos, gesto que agradeció sin palabras pero con una sonrisa descomunal. Entonces me di cuenta de que no es que no tuvieran frío sino que simplemente asumen el frío y no se quejan. Lo sufren y punto.

De camino a casa aún tuve tiempo de un segundo bautizo de realidad cuando una niña, mostrando unas generosas cascadas brotando de su nariz, le pidió un pañuelo a Al. Cuando éste le dio el pañuelo, la niña se echó a reir, lo guardó en el bolsillo y se marchó no sin antes buscar otro pichón al que pedirle un nuevo obsequio. 

Cenamos en la casa de los voluntarios con Teresa (la nuestra), Teresa (voluntaria italiana), Theresa (voluntaria austríaca), Shanae (otra voluntaria austríaca) y Luca (voluntario italiano). Puré de verduras, hinojo y dobladillos de Berdún de postre recién aterrizados de España. 

Un rato de agradable tertulia precedió al primer ejemplo de la precariedad de las condiciones tecnológicas del lugar. La conexión a Internet - vía tarjeta 3G - apenas pasaba de los 10Kbps (para que os hagáis una idea, Teresa me comentó que en los últimos años no ha podido ver nunca un vídeo en Youtube) y aunque los móviles indicaban buen nivel de cobertura, resultaba harto difícil establecer una llamada o simplemente enviar (o recibir) un SMS. 

Tras un intento -frustrado por la tecnología- de ver un capítulo de "Anatomía de Grey", vimos el capítulo inicial de la serie "Lost". Enseguida el cansancio y la altitud de Addis Abeba (2.300 metros sobre el nivel del mar) dieron con nuestros huesos en la cama a eso de las 21:30 (20:30 hora española). 

[Escrito el 28/09/2013]

Enlace a la próxima entrada: [Etiopía - 03] Guardería y Mercato

domingo, 25 de agosto de 2013

[Etiopía - 01] Preparativos y viaje

Tras superar con entusiasmo los hitos cicloturistas de Lagos de Covadonga y la Quebrantahuesos, tocaba empezar a pensar en el tercero de los retos que tenía por delante: el viaje a Etiopía.

Supongo que algunos os sorprenderá que utilice la palabra "reto" cuando estoy hablando de unas vacaciones pero la realidad es que para mí lo era por varios motivos: para un urbanita como yo el hecho de visitar por primera vez un país del Tercer Mundo con todo lo que conlleva abre muchos interrogantes internos del tipo "¿seré capaz?". Al fin y al cabo, lo desconocido siempre infunde miedo y más cuando conoces bien tus limitaciones y manías.

[24/06/2013] La previa: Vacunación

Sea como fuere, el primer escollo que tenía que superar era el de la vacunación. Como si del quinto puerto de la popular marcha cicloturista fuera, acudí apenas pocas horas después de la Quebrantahuesos al servicio de vacunación internacional donde debo decir que recibimos un trato excepcional y cuatro certeras estocadas, que para alguien con tendencia al mareo en este tipo de situaciones, ya está bien:
- Fiebre amarilla
- Hepatitis A (primera dosis)
- Triple Vírica (segunda dosis)
- Poliomielitis (recuerdo)

Aún me propusieron un quinto puyazo (fiebre tifoidea) pero renuncié a él tan pronto supe que esa vacuna tiene versión alternativa por vía oral.

Por si alguien llega a esta página preguntándose si estas vacunas provocan algún tipo de efecto secundario, deciros que en mi caso he pasado una buena temporada con síntomas bastante acusados de fatiga. Eso sí, tened en cuenta que venía de pegarme unas buenas palizas con la bicicleta y que, puestos a culpar a alguien, prefiero culpar a los bichillos que me inocularon antes que a mi velocípedo pedalístico. Sólo faltaba.

Preparativos de material

Los días previos al viaje la cuestión es "¿qué me llevo a Etiopía?". Basándonos en los consejos de unos y otros preparamos una lista bastante extensa que fuimos optimizando conforme familiares, amigos y conocidos nos iban dando material de primera necesidad (antibióticos y otras medicinas, productos sanitarios, zapatos, etc...) hasta el punto de sobrepasar los 112 Kgs de material que podíamos transportar entre cuatro personas.

25/08/2013: El viaje

Actualmente no hay vuelo directo desde España a Etiopía. De las alternativas existentes nos decantamos por viajar desde Barcelona vía Estambul con Turkish Airlines. A toro pasado sólo puedo decir cosas buenas ya que desde el primer momento fuimos tratados de manera muy cordial. En los tiempos que corren me parece muy de agradecer que el personal de cabina te atienda siempre con una sonrisa en la boca. Si además le añades que cuiden detalles como poder ver en una pantalla individual el despegue, aterrizaje y transcurso del vuelo - trayecto Barcelona - Estambul- o disponer de un dispositivo individual con el que matar las más de cinco horas de vuelo viendo películas de entre una variada selección, escuchando música o incluso jugando al ajedrez - trayecto Estambul - Addis Abeba- pues mejor que mejor. Hasta la comida, servida en el trayecto a Estambul por un tripulante vestido de cocinero, me pareció buena.
El viaje, en definitiva, fue bastante plácido y tras una asumible escala en Estambul (dos horas en las que pude comprobar como un operario de limpieza lustraba los asientos del retrete escobilla en mano), ver "El Ultimatum de Bourne" y parte de "Los intocables de Eliot Ness" nos plantamos en Addis Abeba pasada la medianoche hora local (una hora más que en España en horario de verano).


La llegada

Aunque salimos del avión sin pisar el exterior, la primera impresión que me sobrevino fue el olor a África. Unos pasos después, nos encontramos en la zona de visados. Allí una cadena humana formada por tres mujeres y un hombre auxiliados por varias hojas de papel de calco se encargaba de la gestión administrativa de los visados. Tras obtenerlo (se necesita una página libre en el pasaporte y un puñado de dólares) pasamos a la siguiente fase: cambiar dinero.
La oficina de cambio no es más que una caseta prefabricada en medio de una estancia del aeropuerto. Allí tuvimos el primer contacto con el hedor de los birrs, moneda local cuyos billetes consolidarían a lo largo del viaje esa primera sensación de marranada infame.
Una vez enclaustrados los birrs en una bolsa de plástico, pasamos un nuevo control de pasaportes (esta vez con toma de fotografía y digitalización de las huellas) y ya - viendo la espigada figura de Teresa al fondo- afrontamos el control de equipajes. Si ya veníamos con cierta preocupación por la cantidad de medicinas que porteábamos, la imponente visión de un muro formado por maletas abandonadas, perdidas o vaya usted a saber qué, nos terminó de situar en cierta tensión. Afortunadamente, todo fue bien, y el inusitado interés que provocó la cámara de fotos de Al. nos permitió al resto salir más que airosos de la zona de control y poder recibir la calurosa bienvenida de Teresa.

Fotografía de Fortune Mgwili-Sibanda de la zona de equipajes perdidos en el aeropuerto de Addis Abeba (marzo'2013)
"Bienvenidos a Etiopía"

Teresa nos recibió mochila en mano. En Etiopía, sólo puedes acceder a los aeropuertos si vas a viajar así que para podernos esperar dentro del aeropuerto, Teresa se cargó una mochila a la espalda e explicó al militar de la puerta que se iba a El Cairo. Agradecimos el gesto porque al salir del aeropuerto (ya pasaba holgadamente de la 1 de la madrugada) una de las cosas que más llamaba la atención era la oscuridad, una oscuridad a la que no estamos acostumbrados en Occidente y que no nos abandonaría ninguna noche hasta nuestro regreso.
De camino al minibus, varias ofertas de taxis locales con los que negociar la tarifa. Y es que un extranjero (un farenyi) en Etiopía, como descubriríamos para desesperación mía a lo largo de nuestro periplo por el país, es un dólar con piernas al que hay que pedirle al menos el doble o el triple del precio habitual de las cosas.
En el trayecto hacia casa, oscuridad, casas hechas de hojalata, poca gente y bastantes perros callejeros. Me llamó la atención ver a gente armada por la calle pero sobre todo la ausencia de edificios y también de asfalto en algunas zonas. A botes por la laberíntica Addis Abeba llegamos al centro Don Bosco en el que Teresa entrega su vida por 500 niños.
Tras ser recibidos a gritos por los perros del lugar, Teresa nos ubicó en una de las habitaciones de la casa de los voluntarios y allí caímos derrotados por el cansancio del viaje.

[Escrito el 11/09/2013]

Enlace a la próxima entrada:  [Etiopía - 02] Toma de contacto

 

sábado, 24 de agosto de 2013

[Etiopía - 00] Declaración de Intenciones

Creo que pocas veces habré tenido tantas ganas de gritar algo a los cuatro vientos desde el Salto de Roldán como ahora. En las próximas entradas voy a intentar narrar algunas de las sensaciones que me han deparado dos semanas en Etiopía. Tengo claro que por mucho que atine con las yemas de los dedos en el teclado, lo relatado quedará muy lejos de lo vivido pero me siento con la necesidad y sobre todo con la ilusión de intentar transmitiros mis sentimientos.

Lo que encontraréis en las próximas entradas es el relato subjetivo de la Etiopía que he tenido la suerte de vivir durante quince días. No pretendo, por tanto, ni sentar cátedra ni hacer juicios de valor sobre el país o sus gentes. Supongo, que como pasa con todo en esta vida, cada uno tendrá su visión. Espero que disfrutéis la mía.

____________

Nota del Autor: Basándome en las notas manuscritas que he ido tomando en una libreta, respetaré las fechas reales del viaje aunque la publicación real sea ya desde mi querida Huesca, unos cuantos días después. Al final de cada entrada, pondré la fecha real en la que la escribo

[Escrito el 11/09/2013]


Enlace a la próxima entrada: [Etiopía - 01] Preparativos y viaje

viernes, 16 de agosto de 2013

[San Lorenzo 2013] Entrada de los Danzantes a la Basílica de San Lorenzo

Empieza a ser un vídeo tradicional pero, ya que de manera inversamente proporcional a mi aguante nocturno parece que va mejorando mi capacidad de ubicación en la Basílica, comparto el vídeo.

Poco que añadir a lo comentado hace dos años: para mí, el momento más emotivo de las Fiestas de San Lorenzo.

Espero que os guste.


martes, 13 de agosto de 2013

[San Lorenzo 2013] Fiesta, respeto y convivencia

 "Estamos en fiestas" se convierte en demasiadas ocasiones en un salvoconducto impersonal para ensanchar la manga ante comportamientos que bajo ningún concepto se consentirían durante el resto del año. No seré yo quien diga que está mal ensanchar un poco la manga con motivo de los fastos laurentinos pero creo que hay límites que jamás se debería permitir sobrepasar.
Convertir las calles, portales y locales en letrinas o tratar nuestros parques como vertederos son conductas lo suficientemente intolerables como para que fueran debidamente sancionadas con independencia de la fecha. La excusa de que "estamos en fiestas" deja de ser válida cuando hay oscenses que tienen que vivir en primera persona las consecuencias de los actos de aquellos que mancillan la palabra "fiesta" con su falta de respeto por los demás.
Fiesta es diversión, sí. Pero también respeto y convivencia. 
Determinadas acciones deben tener su consecuencia con independencia de la fecha. En Huesca existe una ordenanza de Convivencia. Para todo el año. Aplíquese.