viernes, 3 de julio de 2015

La promesa que no cumplí a Joaquín Sorribas (3/3)

Emigrar al Seminario para hacer C.O.U. tras casi tres lustros en el regazo de San Viator fue sin duda un soplo de aire fresco: Suelo de madera, techos altos, unas vistas privilegiadas de la Sierra de Guara... También Agustina, las bravas del Colegio Universitario, los caramelos del despacho de Cabrero, las interminables tertulias en el Quijote. Y los internos, colectivo que ya un año antes había irrumpido en mi vida en la forma de un gran amigo -si no el mejor- y que abarcaba desde futuros pastores de la Iglesia a lo más "asilvestradamente indisciplinado" (definición textual del Director de la institución): los hermanos Sorribas.

Amén de compartir a Don N. como objetivo preferente de nuestras fechorías adolescentes, mi relación con la pareja de hermanos iba poco más allá de los pasillos o de los múltiples eventos deportivos que se organizaban, supongo, para tratar de bajar nuestros ímpetus hormonales. A Joaquín lo recuerdo con el pelo estilo "casco". A Héctor con prominentes patillas y unas botas cuyas huellas aparecieron misteriosamente sobre el capó del profesor de religión. Y a ambos fingiendo interés en el intrascendente partido de voleibol que disputábamos los de dibujo contra los de biología, pocos minutos antes de que Don N. fuera alevosamente atacado por dos individuos - uno en cada extremo de un pasillo estratégicamente oscurecido- pateando un esférico de voleibol.

En apenas un par de años pasé de ver a Joaquín desde la planta primera del Seminario a hacerlo desde la tribuna del Alcoraz. El 6 de octubre de 1996 Joaquín Sorribas debutaba frente a la Cultural Leonesa, con victoria por cierto, en una SD Huesca que por aquel entonces presidía un jovencísimo Javier Tebas. "Antes de saltar al campo se soltó cualquier complejo y rayó a gran altura", plasmó Miguel Ángel Blasco en la crónica del Diario del Altoaragón. En la grada, yo no sé si alucinaba o me retorcía por dentro de envidia. No me acuerdo.


Del Huesca al filial del Valencia y de ahí, previa escala en Binéfar, al del Zaragoza. Y en la capital del Ebro, un reencuentro amargo con el entonces capitán del filial zaragocista cuando en plena fiesta universitaria no tuve mejor ocurrencia que soltar un sermón moralizador, doctrina don N., al deportista. Fue en el recinto de Interpeñas junto a Veterinaria y la perorata fue tan inoportuna como sincera.

Deambulando por Internet, seguí el debut en Segunda de Joaquín con la camiseta del Almería. Pregunté por él en un foro y como certera respuesta, sin texto por cierto, me mandaron un fondo de pantalla que habían diseñado caracterizando al de Abella como un jabalí. Luego Ceuta, Irún y Burgos, con Roberto y su gran amigo Jesús Cabrero. Y el regreso a casa, arrastrado por Rodri hacia una corriente de ilusión que llevó al Huesca a Segunda División con el peaje, eso sí, de una lesión que le privó de competir por el sitio que merecía en el césped la primera temporada en la división de plata.

Indudablemente, están mucho más limpias las rodillas de Villa que las de Sorribas


Con gran emoción pude asistir al re-debut de Sorribas en casa contra el Córdoba (una pena que Antonio Calderón no lo sacara en el segundo tiempo de la Romareda pues estoy convencido de que no se nos hubiera escapado esa victoria) en una temporada sin duda dura para el Capitán. 

Por aquel entonces me encontraba más de una vez con Joaquín en la biblioteca de Villahermosa. Sus entradas y salidas eran fácilmente reconocibles por la algarabía de murmullos que provocaba en parte de la concurrencia femenina. "Hay que ver cómo son los futbolistas. Esas pintas... ¡Y lleva las cejas depiladas!", me comentó sorprendida una zagala que compartió con él mesa de estudio.

Sorribas lleva años recuperando las horas perdidas en su etapa del Seminario

Las redes sociales nos permitieron retomar el contacto. Enseguida, en las primeras conversaciones - breves, entrecortadas y muy educadas- comprobé que el Joaquín seguía siendo igual de indomable frente a las dificultades que frente a Don N. en el Seminario. ¿Reblar éste? Ni hablar

Regresó Onésimo a Huesca. Con él la confianza y la presencia regular en el verde. A los chats nocturnos llegaban hasta las críticas de terceros ("Que dice mi padre que no seas tan bruto, que siempre te sacan tarjeta") en una temporada magníficamente descrita en lo deportivo por la asistencia a Gilvan en Balaídos.

Curiosamente, creo que cuando Quique Hernández lo relegó al ostracismo fue cuando más ejerció de Capitán. Fue cuando más largas fueron nuestras conversaciones y cuando menos hablamos de fútbol y del Huesca. A pesar de la creciente confianza, jamás tuvo una mala palabra para nadie. Sus silencios, me lo decían todo. Y quizás fue respetarlos lo que al final de temporada me trajo como regalo su camiseta con el 15 a la espalda y un olor a colonia de la buena que estoy convencido en el Seminario le hubiera acarreado más de una represalia por moñas.

Tras el efímero paso de Fabri, que volvió a poner en los ojos de Sorri el brillo de las grandes trastadas en el internado, la ruleta rusa de entrenadores disparó a Jorge D'Alessandro al banquillo local del Alcoraz. Las charlas nocturnas que otrora empezaban con exquisito protocolo tenían un "Niño, deja de ligar y hazme caso" como punto de partida, podían terminar filosofando sobre lo humano y lo divino o con un "Cómo te fijas, zorro" si yo le afeaba lo mucho que había peloteado al árbitro para irse sin tarjeta después de impartir un curso práctico a los de la Masía sobre cómo se las gastaban los del Seminario.
De verdad, de verdad, de verdad... Que no lo he tocado
En Huelva, el abrazo más amargo y el desconsuelo vía whatsapp. Él en el bus y yo en la cama sin poder pegar ojo hasta que la batería de su teléfono dijo "Ya vale" como horas antes había dicho la Segunda División a la SD Huesca y días más tarde la SD Huesca al propio Joaquín. Recuerdo que encajé el disgusto en una chopera junto al pantano de Arguis. Recuerdo que el cuerpo me pedía no renovar mi abono y recuerdo la voz seria del Jabalí diciéndome "Eso ni se te ocurra. Del Huesca siempre. Sin reblar"

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